Junto con otros tipos de sujeto cuya sexualidad interesaba particularmente a la ciencia médica decimonónica (incluidas las mujeres, los niños y las clases trabajadoras), el “homosexual” pasó a ser el centro de una variedad de estudios y estrategias. Estas “tecnologías del sexo” se concibieron para preservar y promover una población (o fuerza laboral) productiva y procreadora, susceptible de satisfacer las necesidades de un sistema capitalista en desarrollo. La unidad clave de este orden social era la familia burguesa, en cuyo seno se engendraría la futura fuerza laboral. Dentro de este marco reproductivo, los deseos y prácticas tocantes al mismo sexo eran problemas de los cuales había que ocuparse, aberraciones de la norma procreativa.
El homosexual era el sujeto de, y estaba sujeto a, una indagación sistemática en una amplia gama de campos discursivos, entre otros, la demografía, la educación y el derecho encargados de proteger la salud y la pureza de la población. Mientras que al hombre o a la mujer del siglo XVI que confesaban haber cometido sodomía se los convencía de la pecaminosidad del acto, en el caso del homosexual de fines del siglo XIX se hacía incapié no en las acciones sino en la condición “científicamente”determinada del individuo. Según palabras de Foucault: “La homosexualidad representó una de las formas de la sexualidad, cuando fue trasladada de la práctica de la sodomía a un tipo de androginia interior, a un hermafroditismo del alma. El sodomita había sido una aberración pasajera; el homosexual era ahora una especie”. Y se pensó que el homosexual estaba totalmente inmerso en la sexualidad: “esta se hallaba presente en toda su persona, en la raíz de todas sus acciones”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario