por Javier Sosa
A través del lenguaje concebimos el mundo. A través del discurso, o del lenguaje en acción, creamos e interpretamos la realidad. Enunciar es establecer una realidad como válida; enunciar es, en definitiva, impulsar al interlocutor a creer en ella por medio de argumentos y, así, condicionarlo a reproducir dicha realidad de manera inconsciente y por efecto de la cultura.
En torno al discurso utilizado para referirse al SIDA, es claro que las elecciones léxicas determinan una ideología, es decir, focalizan actitudes y comportamientos respecto del objeto enunciado. La creación de significado social es siempre un instrumento para sostener relaciones de poder o dominación. Existe una jerarquía de discursos: un sector de poder se legitima a sí mismo promoviendo creencias y valores que le son funcionales a sus intereses. Naturalizar y universalizar conceptos es una manera de definir algo como evidente e inevitable, descalificando ideas que puedan desafiar dicho poder.
Lo mencionado anteriormente se materializa en el discurso mediante la focalización o el punto de vista que adquiere el hablante. Por medio del discurso, éste crea un grupo de pertenencia y un grupo de exclusión y aplica estrategias comunicativas que naturalizan esta división, impidiendo así un discurso democrático, es decir, un discurso que comprenda e incluya la realidad del grupo excluido.
En estos días leí un artículo sobre sida del año 1999 y al compararlo con artículos más viejos y algunos recientes pude verificar que aún existe una marcada presencia de discursos que buscan naturalizar la exclusión. El artículo comenzaba:
"Breve historia sobre el Sida:
En 1981 comenzaron a observarse en Nueva York y California un conjunto de enfermedades poco frecuentes - tales como sarcoma de Kaposi, neumonía por Pneumocytis carinii y linfoadenopatías persistentes- en hombres homosexuales jóvenes que hasta el momento habían gozado de buena salud. En poco tiempo se comprobó que todos estos hombres presentaban una disminución del sistema inmunológico celular, con una importante pérdida de células CD4. [..] En un principio, en Estados Unidos se pensó que las prácticas homosexuales estaban directamente relacionadas con el SIDA, en tanto los primeros en contraer la enfermedad habían sido hombres homosexuales."
En este extracto quedan de manifiesto algunas estrategias discursivas que connotan un grupo de exclusión por orientación sexual. El efecto discursivo se logra a partir de un distanciamiento respecto del grupo excluído, el uso de generalizaciones, alteridad negativa (el otro desprovisto de los caracteres positivos del grupo dominante), presuposición y repetición, entre otras.
Una de las maneras de separar el "nosotros", atribuido en el discurso al grupo dominante, y el "ellos", atribuído en el discurso al grupo excluído, se logra mediante la utilización de expresiones que alienan al otro y lo señalan. En este caso la utilización del pronombre demostrativo en la expresión "se comprobó que estos hombres", la cual tiene una referencia hacia atrás con la expresión "hombres homosexuales jóvenes", añade un carácter peyorativo que niega la definición y descripción del "otro" con un sentido de pertenencia.
La generalización otorga a un evento concreto o a una acción concreta un nivel de realidad abstracto con mayor aplicabilidad en los otros. De esta manera, la excepción queda oculta y la generalización sirve a los intereses de sostener unos "otros" excluidos. Véase, por ejemplo, la frase "En un principio, en Estados Unidos se pensó que las prácticas homosexuales estaban directamente relacionadas con el SIDA". La utilización de la voz pasiva en se pensó otorga un nivel de generalidad que enfatiza el imaginario colectivo, imponiendo una lectura garantizada por un abstracto social que hace al lector partícipe de dicha realidad. La relación directa Sida-homosexualidad determina desde un caso particular una generalización a todo el colectivo gay.
La alteridad negativa divide al grupo de pertenencia por poseer cualidades buenas y al grupo de exclusión por poseer cualidades malas. La relación directa entre el objeto del discurso (sida) y el grupo excluído (homosexuales) atribuye indirectamente las cualidades de la enfermedad a la orientación sexual del grupo excluído, el cual, por otro lado es asumido como minoría que puso a la enfermedad de manifiesto.
La presuposición se valida al querer fundar el discurso histórico de una enfermedad en relación a una elección sexual. El "descubrimiento" de la enfermedad queda históricamente asociado al grupo excluído por lo que todas las asociaciones negativas de la enfermedad se vinculan por legado del mito fundante (sida-homosexualidad) al grupo excluido. La discriminación por orientación sexual adquiere mayor fuerza por ser "el grupo que trae al virus a la realidad", el grupo que manifiesta el virus. No se admite la universalidad humana en la transmisión de sida: el hallazgo de la enfermedad queda vinculado a un sector, lo que es decir, se presupone que el "nosotros" del discurso no es susceptible de infectarse o enfermarse. El conocimiento que se genera sobre la enfermedad en este contexto histórico-político-social se transforma en una narrativa social compartida que impone la carga histórica sobre la "minoría" sexual discriminada.
Finalmente, la repetición de la palabra "homosexual" en el párrafo bajo análisis enfatiza y colabora con la fijación de la memoria colectiva en función del interés dominante. Por oposición, resulta fácil descubrir que el "nosotros" del discurso se configura a partir de una concepción heterosexual dominante que impone una lectura sobre un aspecto de la realidad y naturaliza concepciones, valores y actitudes respecto del grupo excluido y de la enfermedad como tal.
Como conclusión, las estrategias discursivas de dominación generan mecanismos de identificación social que impiden desde lo cognitivo comprender la complejidad que encierra la temática del sida. Este discurso discriminador impide, por cierto, una verdadera dialéctica democrática que resuelva desde la inclusión la problemática de la lucha contra el sida. No sorprende que en algunas encuestas aún se asocie el sida con la orientación gay y se le atribuyan a las demás identidades sexuales un menor riesgo de transmisión. Sólo la lectura crítica, la información precisa y el conocimiento democrático sobre el sida colaboran con la prevención y la lucha. Por consiguiente, la reproducción del discurso dominante opera en sentido opuesto toda vez que está cargado de una ideología que implica actitudes, creencias y valores en función del objeto enunciado y de las atribuciones a los grupos excluidos o de pertenencia de los interlocutores. La palabra fundada en la inclusión es, si se tiene en cuenta que concibe y transforma la realidad, un arma en la lucha contra el sida tan efectiva como el uso de un condón. La palabra debe ser tan segura como el sexo: segura de sí en sus convicciones ideológicas, segura de sí en fomentar una realidad democrática, inclusiva y comprensiva de la diversidad sexual y de la enfermedad como tal.
A través del lenguaje concebimos el mundo. A través del discurso, o del lenguaje en acción, creamos e interpretamos la realidad. Enunciar es establecer una realidad como válida; enunciar es, en definitiva, impulsar al interlocutor a creer en ella por medio de argumentos y, así, condicionarlo a reproducir dicha realidad de manera inconsciente y por efecto de la cultura.
En torno al discurso utilizado para referirse al SIDA, es claro que las elecciones léxicas determinan una ideología, es decir, focalizan actitudes y comportamientos respecto del objeto enunciado. La creación de significado social es siempre un instrumento para sostener relaciones de poder o dominación. Existe una jerarquía de discursos: un sector de poder se legitima a sí mismo promoviendo creencias y valores que le son funcionales a sus intereses. Naturalizar y universalizar conceptos es una manera de definir algo como evidente e inevitable, descalificando ideas que puedan desafiar dicho poder.
Lo mencionado anteriormente se materializa en el discurso mediante la focalización o el punto de vista que adquiere el hablante. Por medio del discurso, éste crea un grupo de pertenencia y un grupo de exclusión y aplica estrategias comunicativas que naturalizan esta división, impidiendo así un discurso democrático, es decir, un discurso que comprenda e incluya la realidad del grupo excluido.
En estos días leí un artículo sobre sida del año 1999 y al compararlo con artículos más viejos y algunos recientes pude verificar que aún existe una marcada presencia de discursos que buscan naturalizar la exclusión. El artículo comenzaba:
"Breve historia sobre el Sida:
En 1981 comenzaron a observarse en Nueva York y California un conjunto de enfermedades poco frecuentes - tales como sarcoma de Kaposi, neumonía por Pneumocytis carinii y linfoadenopatías persistentes- en hombres homosexuales jóvenes que hasta el momento habían gozado de buena salud. En poco tiempo se comprobó que todos estos hombres presentaban una disminución del sistema inmunológico celular, con una importante pérdida de células CD4. [..] En un principio, en Estados Unidos se pensó que las prácticas homosexuales estaban directamente relacionadas con el SIDA, en tanto los primeros en contraer la enfermedad habían sido hombres homosexuales."
En este extracto quedan de manifiesto algunas estrategias discursivas que connotan un grupo de exclusión por orientación sexual. El efecto discursivo se logra a partir de un distanciamiento respecto del grupo excluído, el uso de generalizaciones, alteridad negativa (el otro desprovisto de los caracteres positivos del grupo dominante), presuposición y repetición, entre otras.
Una de las maneras de separar el "nosotros", atribuido en el discurso al grupo dominante, y el "ellos", atribuído en el discurso al grupo excluído, se logra mediante la utilización de expresiones que alienan al otro y lo señalan. En este caso la utilización del pronombre demostrativo en la expresión "se comprobó que estos hombres", la cual tiene una referencia hacia atrás con la expresión "hombres homosexuales jóvenes", añade un carácter peyorativo que niega la definición y descripción del "otro" con un sentido de pertenencia.
La generalización otorga a un evento concreto o a una acción concreta un nivel de realidad abstracto con mayor aplicabilidad en los otros. De esta manera, la excepción queda oculta y la generalización sirve a los intereses de sostener unos "otros" excluidos. Véase, por ejemplo, la frase "En un principio, en Estados Unidos se pensó que las prácticas homosexuales estaban directamente relacionadas con el SIDA". La utilización de la voz pasiva en se pensó otorga un nivel de generalidad que enfatiza el imaginario colectivo, imponiendo una lectura garantizada por un abstracto social que hace al lector partícipe de dicha realidad. La relación directa Sida-homosexualidad determina desde un caso particular una generalización a todo el colectivo gay.
La alteridad negativa divide al grupo de pertenencia por poseer cualidades buenas y al grupo de exclusión por poseer cualidades malas. La relación directa entre el objeto del discurso (sida) y el grupo excluído (homosexuales) atribuye indirectamente las cualidades de la enfermedad a la orientación sexual del grupo excluído, el cual, por otro lado es asumido como minoría que puso a la enfermedad de manifiesto.
La presuposición se valida al querer fundar el discurso histórico de una enfermedad en relación a una elección sexual. El "descubrimiento" de la enfermedad queda históricamente asociado al grupo excluído por lo que todas las asociaciones negativas de la enfermedad se vinculan por legado del mito fundante (sida-homosexualidad) al grupo excluido. La discriminación por orientación sexual adquiere mayor fuerza por ser "el grupo que trae al virus a la realidad", el grupo que manifiesta el virus. No se admite la universalidad humana en la transmisión de sida: el hallazgo de la enfermedad queda vinculado a un sector, lo que es decir, se presupone que el "nosotros" del discurso no es susceptible de infectarse o enfermarse. El conocimiento que se genera sobre la enfermedad en este contexto histórico-político-social se transforma en una narrativa social compartida que impone la carga histórica sobre la "minoría" sexual discriminada.
Finalmente, la repetición de la palabra "homosexual" en el párrafo bajo análisis enfatiza y colabora con la fijación de la memoria colectiva en función del interés dominante. Por oposición, resulta fácil descubrir que el "nosotros" del discurso se configura a partir de una concepción heterosexual dominante que impone una lectura sobre un aspecto de la realidad y naturaliza concepciones, valores y actitudes respecto del grupo excluido y de la enfermedad como tal.
Como conclusión, las estrategias discursivas de dominación generan mecanismos de identificación social que impiden desde lo cognitivo comprender la complejidad que encierra la temática del sida. Este discurso discriminador impide, por cierto, una verdadera dialéctica democrática que resuelva desde la inclusión la problemática de la lucha contra el sida. No sorprende que en algunas encuestas aún se asocie el sida con la orientación gay y se le atribuyan a las demás identidades sexuales un menor riesgo de transmisión. Sólo la lectura crítica, la información precisa y el conocimiento democrático sobre el sida colaboran con la prevención y la lucha. Por consiguiente, la reproducción del discurso dominante opera en sentido opuesto toda vez que está cargado de una ideología que implica actitudes, creencias y valores en función del objeto enunciado y de las atribuciones a los grupos excluidos o de pertenencia de los interlocutores. La palabra fundada en la inclusión es, si se tiene en cuenta que concibe y transforma la realidad, un arma en la lucha contra el sida tan efectiva como el uso de un condón. La palabra debe ser tan segura como el sexo: segura de sí en sus convicciones ideológicas, segura de sí en fomentar una realidad democrática, inclusiva y comprensiva de la diversidad sexual y de la enfermedad como tal.
2 comentarios:
Hola Javier!
El tema que elegiste para tu blog, asi como las entradas que publicaste, me parece que son excelentes.
En lo personal, el tema de la sexualidad y género me interesan bastante, por eso agradezco el link que subiste.
Gracias por la información valiosa sobre HIV y SIDA, honestamente esa diferencia entre ambos (infección y enfermedad) no la tenia en claro, muchas gracias.
Saludos
MClara
El VIH se transmite entre seres humanos independientemente de sus orientaciones sexuales o estado civil.
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